Tras la lectura del
artículo Los Universitarios y la Lectura,
de Claudia Gilardoni, nos han surgido una serie de interrogantes. Primero
de todo, nos cuestionamos el hecho de que hablar de estadísticas de lectura en
este ámbito, tomando por ejemplo a los estudiantes chilenos, no determina ni
asegura que los porcentajes sean parecidos a los españoles y, por lo tanto,
estamos hablando de algo “a ciegas”. En cambio, podemos confirmar que tenemos
la certeza de que el hábito lector del universitario, desde hace unos años, ha
cambiado del formato papel al digital de forma global.
Tomando como
experiencia la propia, sabemos que la motivación de la lectura de los universitarios
se centra en manuales dirigidos a la carrera que están cursando. Realmente,
lectores y no lectores, nos vemos abocados a tener que leer por obligación y,
la gran mayoría de las veces, lecturas que resaltan como aburridas,
gramaticalmente incorrectas o que no se centran en las cuestiones a las que se
quieren aludir. En este caso, ¿se deja claro que la lectura esté relacionada
con la Lengua y Literatura Española?
Por otro lado, el grupo
sí que asiente ante ideas como, por ejemplo, que la razón de haber menos
visitas a las bibliotecas es un hecho común en todo el mundo. Creemos que la
digitalización en Internet motiva esta causa y, por lo tanto, las bibliotecas
ya no son los garantes de la cultura. En cambio, nos sorprende el enfoque que
se le quiere dar a estas, en cuanto al compromiso que tienen hacia el fomento de
la lectura universitaria. Este asunto conlleva realmente mucha más
responsabilidad por parte de los padres, los profesores, la administración
central, junto con las bibliotecas hacia los nuevos lectores y los lectores que avanzan hacia la
lectura experta. Lamentablemente, dicha lectura pone de relieve la conclusión
principal: generalmente, los estudiantes que no tienen un arraigado hábito de
lectura la relacionan con el fin de conseguir una mejor calificación en la
asignatura. Entonces, ¿qué hay detrás de todo esto? Una mala base educativa, un
desinterés de su fomento por parte de las autoridades competentes o unos padres
implicados, pero poco efectivos.
Finalmente, es obvio
que, hoy en día, mediante los nuevos programas de aprendizaje, se debería
estimular y motivar más al lector. Aunque la lectura se valora positivamente (es la segunda opción de dichos jóvenes), todavía se lee por un fin instrumental.
El estilo de vida actual saturado y la obsesión por conseguir algún beneficio
personal, nos hace olvidar el placer de la lectura, además del bagaje cultural
que se obtiene.
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